UN SEGUIMIENTO DE LOS BARES A TRAVÉS DE LA COMUNIDAD VALENCIANA Y EL RESTO MUNDO




lunes, 29 de marzo de 2010

El Barecito


Por Steve:

Érase una vez un hombre enamorado de una dama que alcanzaba los 10 km de costado a costado. Steve era el nombre de nuestro caballero y Valencia el de la amada.
Una noche de lujuria y desenfreno, no pudo nuestro protagonista más que maravillarse por la elegancia y soberbia en la que, con motivo de su más apreciado festejo, había Valencia sido engalanada. Quiso acariciar paso a paso cada una de sus aceras y quiso besarla en cada bar a través de una botella. De modo que buscó perderse entre las más íntimas calles de la dama. Guióse a ciegas por esta, embriagado por su perfume a buñuelos y sus pirotécnicos susurros, hasta terminar borracho de amor y cerveza en El Barecito.
Lugar en que desaparece la magia y toda esa retórica moñas que me ha dado. Y es que en aquel rinconcito de Jesús no parecía fallas, ni gente ebria por la calle ni olor a pólvora ni na. Era un pequeño bar regentado por una familia de chinos bastante tranquilo. Me senté en la barra a beberme una cerveza como un hombre solitario, me leí el periódico como un hombre solitario y me pedí un plato de bravas como un hombre que no ha cenado. En una mesa estaba la propia familia de chinos jugando al truc (sí, sí, al truc. Para que digan que los inmigrantes no se integran) con un par de clientes. Era encantador ver el buen rollo que había entre todos:

- Te toca a ti, chun-lee.

- ¿Chun-lee? Pero ¿pol qué yo chun-lee? ¿pol qué no él? – decía señalando a otro de los chinos.

Todos reían. Me hubiera gustado entrar un poco en aquel ambiente interracial tan familiar porque invitaba a un momento divertido. Si me hubiera quedado es posible que tuviera algo más interesante que contar aquí, pero en lugar de ello salí a envolverme de nuevo de mi querida ciudad. Sería el principio de una noche incierta, como todas las de fallas. Ya sabéis cómo son estas fiestas y sino, no sé qué hacéis en casa entre el 16 y el 19 de Marzo.




Nueva experiencia - 6 de Noviembre de 2012

Por Tim:

En este bar nos reunimos ayer seis personas, juntamos mesas y alguien pidió entonces cervezas para todos. Nos hallábamos algo callados: Tras un largo preámbulo y varias fiestas de despedida, habíamos acompañado a nuestro amigo Pas al tren: acababa de embarcar en el AVE que lo iba a llevar a Madrid y de ahí, a Brasil, donde espera estar trabajando al menos tres meses. Mientras escribo estas líneas debe haber acabado de llegar a aquel país. Luego, alguien dijo que debíamos bebernos una cerveza en su honor.

Un chino nos trajo los quintos de esos que son mas grandes de lo normal, valían un euro. Hay que decir que parecía que iban a poner cacaos pero en el ultimo momento fue que no.
Mientras nos los bebíamos, Loko y yo comenzamos a hablarles a la gente de diversos planes que teníamos para montar una fortaleza en un Apocalipsis zombie. De cómo íbamos a raptar mujeres pero dejando siempre a una fea que se encargase de recolectar gasolina.

No tardamos en marcharnos, cada uno a sus casas, y creo que hablo en nombre de todos cuando digo que vamos a esperar su vuelta con impaciencia. A él va dedicada esta entrada, y de paso pongo aquí su nuevo blog en el que ha prometido que contará sus mierdas aventuras. Te queremos, tío!!! Ahí tus cojones.

1 comentario:

Anónimo dijo...

ánimo birracentristas y a seguir con el blog! Un saludo desde Castellón jejej