UN SEGUIMIENTO DE LOS BARES A TRAVÉS DE LA COMUNIDAD VALENCIANA Y EL RESTO MUNDO




miércoles, 14 de diciembre de 2011

Bar junto a la estación de tren de Bad Säckingen

Waldshuter Straße
 
Por Steve:

A la espera de que un nuevo birracentrista se estrene con una entrada sobre vasos gigantes de cerveza, he estado leyendo el fotolog que tuve cuando era joven, allá por el 2008, que sigue online y aún no lo han cerrado. Me he puesto melancólico rememorando cada una de las entradas, sobre todo una que habla de un viaje a Suiza con Stanley. Me llamó una tarde de domingo diciéndole que habían vuelos baratos a Basel, quedamos, los compramos, miramos dónde cojones estaba Basel y 2 días más tarde nos encontrábamos Suiza.


Un pequeño pueblo llamado Bad Säckingen, situado en la frontera que separa Alemania y Suiza y custodiado por la Selva Negra. Eran sobre las cinco de la tarde, nos quedaba menos de una hora de luz solar y allí estábamos, sentados en el bordillo de un parking completamente vacío. A pocos metros de una carretera y compartiendo un gran trozo de pan con pipas dentro (tal cual). Acompañado este bocado de salchichón, chorizo, quesitos 'le vache qui rie' y sendas cervezas. Mientras untábamos los quesitos franceses en aquel pan suizo, contemplábamos, más allá de la carretera, una extensa pradera, con el viento dibujando curvadas formas sobre la hierba. Y, aún más allá, ese denso bosque que bautizaron acertadamente como Selva Negra. El cual se expandía montaña tras montaña en un grisáceo degradado que terminaba mimetizado en el claro del horizonte.

Apenas pasaban coches en la carretera y alrededor no se oía más que algún que otro esporádico graznido de cuervo. Era uno de esos momentos en los que el silencio no incomoda, es más, sobraban las palabras. De pronto empecé a preguntarme qué me había llevado hasta allí, no la razón sino la causa, dónde había empezado la cadena de sucesos que acababa conmigo en aquel lugar y con Stanley como compañero de viaje. Recordé entonces la primera vez que me encontré a aquel personaje, mucho antes de conocer su nombre y, por supuesto, mucho antes de considerarlo un colega. Quién iba a decir que aquel chaval que me presionaba para que hablase y no hacía más que soltar frases de El Informal iba a estar, años después, pasando una tarde de invierno en el centro de Europa y conmigo como compinche. Traté de imaginarme a mi yo del pasado, aquel muchacho tímido y desconfiado, encontrándose como por arte de magia en aquella situación.

Me pregunté dónde y en qué circunstancias volvería a invadirme la paz que percibía en aquel pueblo y me sentí libre ante la idea de no encontrar respuesta.


Después de este momento que, a día de hoy, me sigue poniendo los ojos vidriosos, decidimos buscar un bar en el que tomarnos una birra. Bad Säckingen es un pueblo partido por la mitad por el río Rin, a un lado del río es Suiza y al otro Alemania. Vamos, que está medio pueblo en cada país (o así lo recuerdo yo). Si había que escoger un lado en el que tomarse esa cerveza era el alemán. De modo que cruzamos el puente ese de la foto y entramos a un bar que estaba justo al lado de la estación de tren que nos llevaría de vuelta a Basilea. Y así fue, nos sentamos en torno a una gran mesa redonda y nos pedimos un par de "cañas" de nombre impronunciable (no recuerdo cómo las pedimos). A los pocos minutos se acercaron un par de señores de bigotes bien cuidados, con chaleco y boinas de cuadros. Eran auténticos estereotipos de ciudadano centroeuropeo. Nos saludaron cordialmente, se sentaron en torno a la misma mesa que nosotros, sacaron tabaco de liar (en España no estaba de moda todavía), nos ofrecieron y se pusieron a hablar entre ellos. Quizá a día de hoy, gracias a que ser un triste parado te permite tener el tiempo libre para estudiar alemán, lograría entender algo de lo que decían. Pero en aquel momento era como si se esforzaran por ver quién soltaba el improperio más embrollado sin morir atragantado en el intento.
Me parece que las cervezas no salían precisamente baratas, no sé si rondaban los 5€, pero eran tiempos prósperos y nos daba igual ¿Recordáis aquellos días en los que se pedían y se pagaban las cervezas sin preguntar si quiera el precio?

La siguiente entrada, espero, sea la de nuestro nuevo birracentrista. Como aquí todos tenemos un pseudónimo, lo nombraremos disimuladamente Mr. Chicken.

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