UN SEGUIMIENTO DE LOS BARES A TRAVÉS DE LA COMUNIDAD VALENCIANA Y EL RESTO MUNDO




jueves, 5 de enero de 2012

Tu museo deportivo

Plaza del Valencia Club de Fútbol, 5

Por Steve:

El otro día acompañé a Tim a Valencia, que le habían encargado llevar la navidad hasta Alcoi, y acabamos tomándonos una en uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad. Y no, no es que hayan puesto una cafetería en lo alto del Micalet (aunque sería un puntazo), es que sin comerlo ni beberlo terminamos en el bar que regenta Manolo el del Bombo, justo a las puertas de Mestalla. Para quien no lo sepa, Manolo es ese hombre que aparece siempre en las gradas en los partidos del Valencia y de la selección dándolo todo a golpe de bombo. Y os preguntaréis: "¿es que sólo hay uno?", "¿el del bombo es siempre el mismo?", pues sí, así es, y lo tenemos nosotros.
Nunca antes había visto en persona a esta celebridad y no esperaba encontrarlo en su bar aquella tarde navideña. Pero ahí estaba trás la barra, humilde como el solo, al alcance de cualquier mortal.
Por alguna razón nos vimos el bar casi vacío. Eso sí, vacío de gente porque de objetos y recuerdos fubolísticos estaba a rebosar. Bufandas en el techo; fotos, cuadros y banderines en las paredes; balones, tambores, camisetas y hasta un réplica de la copa del mundo (que de copa no tiene nada) al otro lado de la barra.
En el tiempo que me duraron dos cerverzas entro un crio con sus padres, aunque parecían muy mayores para ser sus padres, y se pidieron algo cada uno, más por no hacer el feo que por que les apeteciera relamente tomarse algo. Y es que lo único que buscaban realmente en ese bar era hacerse una foto con El Bombo de Manolo. Y lo escribo así, en mayúsculas, como quien habla de las pirámides de Egipto.
Mientras Tim veía el partido de copa entre el Albacete y el Athletic, diseñaba mentalemente la coreografía de una canción que no se quitaba de la cabeza. Fue entonces cuando pregunté al tabernero que qué hará cuando construyan en Nou Mestalla, si se montará un negocio cerca del nuevo estadio o qué, y me dijo que seguiría igual, que con 63 años no iba a moverse ya de ahí. Es cual capitán que se niega a abandonar el barco. Y no hablamos nada más con él, estaba también absorto viendo el partido. Con la de historias que podrá contar ese hombre. Así que nada, pagamos 1'50 por cada una de las cervezas a la camarera ecuatoriana y de buen ver, que tenía Manolo a su servico, y nos volvimos para casa. Que la navidad hasta Alcoi no llega sola.

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