UN SEGUIMIENTO DE LOS BARES A TRAVÉS DE LA COMUNIDAD VALENCIANA Y EL RESTO MUNDO




viernes, 23 de septiembre de 2011

Bar Zaira

C/del Maestro Espada

Por Steve:

Como ya hiciera aproximadamente un año atrás, veo acabar el verano y me abro una 'celebration beer' para bebérmela sentado en el balcón, rememorar anécdotas y hazañas de los últimos 3 meses y, de paso, plasmarlas en el blog.


Pues bien, como ya sabéis, este verano ha venido el papa a España (otra vez), y además en está ocasión ha coincidido con Los Clásicos entre Madrid y Barça. Estas dos cosas juntas crean un fenómeno capaz de paralizar el mundo. Pones los telediarios y no existe noticia que no este relacionada con el Madrid-Papa o la visita del Barça a España. Por una semana dejan de sucederse catástrofes en el mundo, de haber hambre en África y las mafias mejicanas hacen las paces para no eclipsar las noticias que de verdad interesan.
Es el momento idóneo para salir de viaje y olvidarse de todo, sabiendo que no te vas a perder nada nuevo.

Mi destino esta vez fue el sur de la península, quería seguir la costa hasta que se acabara, o hasta quedarme sin dinero, lo que antes llegara. Y esto con poco más equipaje en el coche que una toalla y una Quechua de esas que se montan en 2 segundos pero necesitas un máster para volver a plegarla. Un plan cojonudo, sí, pero que atrajo a pocos seguidores. La única persona que osó acompañarme es una amiga de esas que siempre están ahí pero que sólo ves un par de veces al año. Partimos temprano, hicimos una parada en Alicante en la que no sucedió nada reseñable, continuamos nuestro camino y allá sobre las 3 de la tarde nos entró un hambre voraz y repentino que nos hizo parar en un pueblo perdido en la provincia de Murcia.

Librilla, se llamaba el pueblo y lo pillamos, por lo visto, en fiestas. Toda la vida que había en el pueblo se encontraba a la sombra de un solo bar, el cual había seleccionado minuciosamente a las chicas más guapas de la zona y las había puesto a servir cerveza+tapa a 1€. Recuerdo que tenían la música puesta a tal volumen que parecían querer molestar a los vecinos del pueblo de al lado. Jugué el comodín del relevo al volante para poder pedir un tercio y tapa allí y ganarme el derecho a escribir sobre ello en el blog. Todo lo que sabía de Murcia hasta entonces es que es allí donde buscaban a los invitados de 'El diario de Patricia', ahora también sé que llaman acento al arte de hablar comiéndose el mayor número letras y seguir entendiéndose entre ellos. Tengo un amigo con la firme teoría de que esto es muestra de que están más avanzados lingüísticamente, que por su sencillez y brevedad al hablar, son el siguiente paso evolutivo de la lengua castellana.

El caso, nos sentamos entre toda esa gente tan avanzada, en torno a la única mesa vacía de la terraza a comernos nuestro bocata de mamá. Una tapa, que consistía en un platito de ensaladilla con una anchoa encima (y de la cual no nos comimos más que la anchoa), presidía el centro de la mesa. Y allí, con aquella música electrónica atravesándonos los tímpanos, mientras devoraba mis sandwiches mixtos, me puse a pensar en lo que nos iba a deparar el viaje. A cada paso que avanzáramos al sur íbamos a pasar más calor, todavía no sabíamos con seguridad dónde estaba el camping en el que pensábamos pasar la noche, ni siquiera sabíamos si habría hueco para nosotros porque el camping no hacía reservas y era en plan 'tonto el último y que duerma en el coche'. Tampoco teníamos ni idea de hasta dónde podíamos llegar con el dinero que llevábamos encima, ¿y si te lías en un bar y no pasas de Lorca? estas cosas pasan. Pensando todas esas cosas que a mucha gente le haría volverse a casa, a mí me dibujo una sonrisa en la cara.
- ¿¡¡DE QUÉ TE RÍES!!?- me preguntó mi compañera.
- ¡¡¡CUANDO QUIERAS NOS VAMOS!!!- le respondí.

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